jueves, 14 de junio de 2007

El Feo de Baviera

Fui Vogh, un artista plástico alemán. Mi última obra desarrollada fue la número 2568b. En dicha ocasión interpreté el lenguaje plástico de los metales, y su relación con los homicidas. Pero mejor voy a contarles como comenzó todo.


Hace 18 años atrás, en las colinas de Baviera expuse mi primera muestra de autoretratos. La exposición fue curada por mi ex esposa y fue titulada ¨El feo de Baviera¨. Obtuve inmediatamente el favor del clero y la prensa local, lo que me valió la posibilidad de viajar a Munich y exponer en la bienal de arte de 1960.

Tras un buena acogida en Munich, numerosas galerías comenzaron a interesarse en mi trabajo ofreciéndome financiación para el desarrollo de proyectos. Así fue como comenzó una prolífera etapa que la prensa especializada llamó posteriormente ¨ El letargo de Vogh¨.
Mis retratos comenzaron a venderse y adquirir cada vez mayores cotizaciones. Abrumado, decidí darle un golpe de timón a mi obra y abandoné el género. Comencé entonces una nueva etapa en mi carrera, incursionando en la fotografía.

Adquirí una moderna cámara Leika en mi visita a Rusia, y me especialicé en la fotografía en movimiento. Luego de meses y meses de encierro, logré revelar mis primeras tomas, (hoy consideradas arte moderno) y me entregué a la cuantiosa tarea de registrar escenas de la vida cotidiana alemana. Expuse en Berlín en la bienales del 62, 63 y 64. Ese último año, el marchand de arte Otto Vriks, compró las 23 obras expuestas y cancelé la hipoteca que hostigaba sobre mi casa. El año 65 mis fotos giraron por todo el país, convirtiéndome en el primer fotógrafo popular alemán. Ese año decidí vender mi casita y compré un rascacielos. Tanto reconocimiento del público y del mercado de arte generó en mi un sentimiento de arrogancia, materializado en la muestra del año 66, titulada ¨No me importa lo que el Reich piense¨.

A medida que mi fama y prestigio se agigantaban, mis obras se volvían más y más crípticas. Esto no constituía un freno para la venta de mis catálogos completos y para el aumento de mi cuenta bancaria.

Asqueado por la incapacidad reflexiva circundante y por las constantes muestras de cortesía que recibía en cada metro cuadrado alemán, opté por un retiro espiritual en las márgenes del Rhin y abandoné todo rastro de actividad artística en mi vida. Me llamé a silencio durante 2 años, y aprendí el lenguaje secreto de los peces de agua dulce.
Ya de regreso en Berlín, decidí hacer una cruzada artística y me enfrenté violentamente con el mainstream artístico y los circuitos oficiales. Durante un año no hubo una sola sala o galería que permitiese exhibir mis nuevas instalaciones corpóreas. Guardo en mis cajones el recorte del periódico local que calificó mi arte como una ¨ absurda parodia banal sin sentido, digna del coeficiente mental de un simio ¨. En 1970, un nuevo público joven se acerco a mi obra, quizás influenciado por mi amistad con el guitarrista Helmut Voeller. Extrañamente mis complejas instalaciones cobraron popularidad por su asociación a una rudimentaria banda de rock de tres acordes.

Era evidente que por más que quisiese desarrollar una obra ambiciosa y revolucionaria, cada nuevo proyecto era absorbido (en corto o mediano plazo) por la aprobación general, reduciendo mis intenciones a meros gritos en el vacío.

Incursioné en el alcohol y en las drogas, conté 3 veces seguidas la salida del sol en un mismo día, y lloré hasta la última de mis lágrimas. Sin embargo, ya nada me devolvió la sensación primaria de un saltar hacia lo impredecible. Mi última obra producida fue lo más cercano a un intento de suicidio involuntario.

Decidí entonces por segunda vez en mi corta carrera, cancelar los intereses intelectuales y regresé al pueblo de mis orígenes, donde me puse al mando de un tractor de seis válvulas y 18 caballos de fuerza. Mi memoria fue mermando con el correr de las cosechas, y poco a poco fui convirtiéndome en un granjero común y corriente.

En el año 1977, pocos meses antes de mi muerte, supe por el enfermero de la terapia, de la publicación de mis obras completas bajo el sello editorial Taschen.
Hoy mi tumba, constituye un santuario público y un punto obligado en el circuito turístico de la guía verde Michelin: ¨Alemania Esencial en diez días ¨.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dale!