miércoles, 25 de abril de 2012

Escindido



El extraño caso del niño que:

moría por bailar música disco 
los sábados por la noche y
al mismo tiempo oscilaba
el resto de los días de la semana
entre el muñeco de minipantro
y la aerodinamia del papel canson



lunes, 16 de abril de 2012

Rosés

Cabezaaa!! El grito viene de atrás de un puesto de diarios y revistas, Plena Avenida Corrientes, a la altura de la mejor pizzería del mundo, un rústico tierno, en look Mono Mario se me abalanza en un abrazo. Que hacés cabezaaa!! Me cuenta que se está yendo a Brasil, a probar una vida nueva, va con amor y proyectos, praia y cerveja y váyanse todos a la puta madre que lo parió que en el 2012 se acaba el mundo. Bahiano de B.B, siempre con la sonrisa y el burro de arranque a mano, exportando alegría al país del carnaval. Quien lo diría.

Georgee Haagiiii!! Uhh!! Pleno mundial del nos cortaron las piernas y nos crecieron rumanos en el empeine, rompimos juntos todas las persianas del dormitorio de mis viejos intentando una comba imposible que solo nos salía en el striker. Aparecías en casa como un noviecito de mi hermana, y apenas un metro adentro del domicilio te convertías en el compinche ideal del mediano de los cardellitos. Nunca te lo dije, pero como novio supongo que eras un gran destructor de patios, consuela saber que al menos le diste sentido a muchas de las horas hombre de la industria argentina del barniz para exteriores y eclipsaste en varias tardes la técnica patada del mismísimo Branco.

Y a la noche nos cruzábamos, y siempre había una cerveza que te sobraba en la mano y un abrazo tensionado de cariño etílico prodigado al grito de cabezaaa!! Como andan las minas?

No son muchas las horas que compartimos, pero fueron leves e importantes. Te recordaré siempre con una sonrisa en el hojal, el abrazo etílico y un puntinazo bien al medio de la tristeza. Hasta siempre Fede.

domingo, 15 de abril de 2012

El Turco por la boca vive


Jorge Asís es un escritor exquisito y un lenguaraz brillante.

Aún (y sobretodo) aquellos (estoy) políticamente opuestos a este acérrimo defensor del menemato, deberían leer sus libros y darse una chance para la belleza.

Leí en el 2005 dos novelas maravillosas que componen una trilogía denominada Canguros.
¨Flores Robadas en los jardines de Quilmes¨ la primera, y ¨Carne Picada¨ la Segunda. Recuerdo el placer, el cosquilleo mental que encontré en esas páginas amarillas que compré usadas, en una librería de Bulnes casi Güemes, camino obligado a mi departamento de estudiante acomodado. Nunca conseguí Canguros, el tercer ejemplar que cierra el círculo. Por alguna razón jamás me obstiné en completar la figura.
Este año las digerí nuevamente y comprobé que mi entusiasmo inicial no fue una mera calentura. Releer párrafos subrayados y comprobar que uno es el mismo, que lo que ayer me impactó sigue en pie, pasar la vista por las palabras degustando hasta tres o cuatro veces una idea ajena haciéndola propia, encontrarme nuevamente en el 39 con una mueca de sorna a las 9 de la mañana, comprender que el personaje puede ser uno, que todas las vidas pueden ser interesantes cuando la realidad se vuelve poética en manos de un talentoso vendedor de ilusiones. Rodolfo Zalim, el turco mujeriego, cagón, lengua filosa, amigo de lo ajeno, individualista, porteño del conurbano, implacable vendedor de buzones, es al mismo tiempo una vena abierta desangrando miserias al portador, un espejo que desnuda hasta en invierno.


- Entonces el secreto consiste en saber engañar, Luciano, tenés que hacerles creer hasta a los necesitados que a vos nada te hace falta. Tenés que empezar a entender de una vez los mecanismos de la vida en Buenos Aires, los códigos secretos que todos saben y callan, aparte es tu vieja la que vino de Formosa, vos naciste acá, ya no tenés excusas. No podés ser como esos giles provincianos que vienen a copar, y cuando no pueden copar se resienten, condenan el desarraigo, la frialdad de una gran ciudad, el ritmo, y se vuelven puteando a una provincia en la que ya no pueden vivir...aquello les queda chico y esto grande, se quedan en el medio, sólo putean. Vos naciste en Constitución, así que no me jodas, no tenés ningún derecho a ignorar los códigos.
Carne Picada, página 111


- Ocurre que ahora, petiso, ya no me visita casi nadie, no estoy más en el bulín, me crecieron hijos y trabajo como cualquier cretino, murieron o se exiliaron o sencillamente hoy trabajan y tienen hijos los que podían visitarme. Pienso que hay dos clases de tipos, los que nacieron para visitar y los que nacieron para ser visitados, en el fondo lo que Rodolfo ambiciona es sentarse a esperar que lo vayan a ver, a querer, a consultar, que me vengan a escuchar y a mimar, la puta madre que los parió, yo no quiero seguir siendo más un ermitaño, yo quiero reir y callar en grupo, nací para ser anfitrión, Al Capone o Macedonio Fernandez, no nací para poner cara de boludo, para estar detrás de un escritorio como un gil, para ser tan responsable. Pero no me hagas caso.
Carne Picada, página 213.


- Para seguir escribiendo Rodolfo había recurrido a mil recursos, al tamilán, al asteoten, a la anfeta, si aquella energía natural hacía años que había desaparecido, como su sentido del humor y de la irreverencia, tenía treinta y tres años y se sentía gastado, despojado, definía su ciudad como una máquina de picar carne y él tenía la carne irremediablemente picada, como cualquier desgarrado de su generación. (...) Sin embargo le costaba capitular, no quería irse porque aún podría disfrutar durante algunos minutos de las alturas tan inseguras de su omnipotencia, de su transitoria claridad, de su modorra altiva, sobrar el tiempo para convertirse en un gusano, mezclarse o perderse como se le importara por las calles de una ciudad hembra que generalmente no suele dejarse por amor, pero que sabe doblegarse ante el poder, ante el prestigio o ante el dinero, no caigamos en la demagógica tentación de idealizar porque a los medianos o a los grises Buenos Aires no les presta la menor importancia, y a los derrotados, a los tristes, se los devora, los pica hasta hacerlos puré entre sus tentáculos. No no tenía sentido capitular, como alguna vez le dijo sir Alfred Dougla a Wilde ¨cuando bajas de tu pedestal dejas de ser interesante¨.
Carne Picada. Páginas 284-286.