sábado, 30 de octubre de 2010

Vamos Vamos Argentina

Hay que reconocer que para los de mi generación, es decir los tipos que hoy tienen 30 años, la política como instrumento de transformación social, siempre careció de credibilidad.



Recuerdo cuando tenía quizás 4 años, año 84 supongo, viviamos en el barrio de Tolosa en La Plata y mis viejos seguían los actos de Raúl Alfonsín. Tengo impregnado en mi memoria un acto en una plaza repleta de tilos, me veo en los hombros de mi viejo, en una atmósfera roja y allá a lo lejos y en lo alto un hombre muy chiquito, de bigotes prominentes, y enseguida la música, el sonido de los altoparlantes, la muchedumbre apasionada y fanátizada. Recuerdo la calcomanía en el vidrio de auto con el RA (años después el interés en un oficio llamado publicidad me llevó a enterarme que el mismísimo David Ratto era su autor). Lejos estaba yo de comprender que era la democracia o que podía aportar la política a mi vida. Luego hay un borrón, y la política es una campaña televisiva, se puede todo el día, se puede todo el año, parece que pidieran permiso para ir al baño, de ahi al siganme y no hay más.

Corte y ahora la política pasa a ser un espacio impúdico, indecente. Mi casa ya estaba en bahia blanca y seguia siendo radical, aunque prácticamente no se hablase de política y no hubiese stickers, ni afiches, ni libros, ni nada que remitiese a un símbolo partidario. Solo creo recordar algun libro de Terragno en la biblioteca de casa. Recuerdo también alguna charla entre amigos, donde nos preguntabamos si tu papa era peronista o radical. Siempre sentía que los peronistas eran negros, ladrones, gente que había complotado contra Alfonsín, la barbarie íletrada casi. Eso era lo que había atesorado mi inconciente hasta el momento, idea que era apoyada por imagenes de canal 9 libertad mostrando a Cafiero arriba de un colectivo destechado o al patilludo en una coupe fuego con una chaqueta de cuero haciendo la ve corta con los dedos índice y anular. Lejano estaba de sentirme atraído por esas imagenes y símbolos. Para mí la política empezaba a ser algo inacabado, algo vencido e irreparable. A partir de ahí no hay más nada, salvo un canal de tres pelotas, revistas de editorial Atlántida con modelos de Dotto, cuotas, mis viejos cambiando el auto, mis viejos comprando electrodomésticos, mis viejos abriendo sobres y más sobres que llegaban por correo con ofertas de reader digest, de diners, de visa, revistas first con consejos de viajes a europa por horacio de dios, promociones de tiempos compartidos.... Mi conexión más genuina con la política pasan a ser las caricaturas de un tal Rodriguez que publicaba en la Nueva Provincia (diario nefasto si los hay), y yo que las copiaba, y luego me largué a hacer mis propias caricaturas, y los políticos no son más que modelos para desarrollar mi hobbie y darme la oportunidad de editorializar con el lápiz.

Entonces la música empieza a ocupar en mis sentidos ese terreno de lo público, de lo social, un espacio con opiniones diferentes, que me aportaba la posibilidad de tomar una posición. Y ahi empezamos a escuchar a Fito, a Calamaro, a los Redondos, a Sumo, Charly y la política ahora es Fito Paez puteando contra Menem, contra la ostentación, contra Tinelli, pero no veo nadie que levante ese mensaje en el mundo de los adultos.


Y la adolescenia me anestecia, y mis problemas son otros, y la política no está presente y mi viejo que desangra escepticismo y yo que me vuelvo sordomudo, que pierdo interés por todo salvo el rugby.



Ya estoy en Bs.As. estudiando un oficio que es abstracto pero poderoso, que puso a un aburrido al poder. Y Llega el 2001, y los hechos me llevan nuevamente a mirar la política, y posiblemente mi primer reacción fue, de nuevo los peronistas se cargan a los radicales. Y luego la caída, el desempleo de mi viejo, las enfermedades, el mundo que se me cae encima y hay que salir a enfrentarlo, y olvidate de tu comodidad y conseguite un laburo porque no llegamos a fin de mes, y llega Kirchner y no se cómo las cosas se van ordenando, y aunque sigo descreyendo de la política, y sigo insensible a sus efectos, algo esta pasando. De repente el estado empieza a cobrar otra importancia, y empiezo a ver los documentales de Pino, a leer página 12, a leer sobre Perón, a leer los libros de Feinmann y las novelas de Eloy Martinez, a entender lo que arrasó con la Argentina sin que yo fuera conciente realmente de la destrucción moral, política, social y cultural que engloba eso que se llamó revolución libertadora y luego neoliberalismo.



Y la política empieza a recobrar credibilidad, aunque en familia me digan que es pura cosmética y que se revuelve el pasado para tapar corruptelas, y que esto y que lo otro. Ya no lo veo tan así, y empiezo a tener un pensamiento propio. Y aunque no voy a marchas, ni milito, sé profundamente que la política volvió para quedarse, para problematizar, para cuestionar, para hacer menos injusto este país, cosa que no es nada fácil. No me considero peronista, tampoco kirchnerista, pero no dudaría un segundo en votar a Cristina en las próximas elecciones. No hay ningún otro movimiento político en mi memoria que haya impulsado leyes transformadoras y reivindicadoras como este gobierno. Seguramente habrá interes personales (¿quién no los tiene?) y también políticas superadoras, más transparentes, con menos hechos de corrupción, más a largo plazo, aún más coherentes en el tiempo. Sin embargo lo hecho hasta el momento es importante, y aunque no alcanza, es inmensamente superior a todo lo que conocí antes.

Tengo el temor, como muchos otros, que el país se vuelva a caer, y que los técnicos con masters en Chicago reprendan al pueblo diciendonos que se desaprovecho una oportunidad histórica con un contexto internacional favorable, y bla,bla,bla.

Por otra parte me encantaría que los que militan no lo hagan solo por moda, o por sentirse parte de algo colectivo, y lo hagan luego de laburar sus 8hs en un trabajo que hayan conseguido por méritos propios o por concurso. Me encantaría militar pero todavía no me animo, y sé que es por miedo a sentirme defraudado y sé también que la falencia es mía y que espero que mi hija sea parte de una generación libre de esos miedos.


Claramente escribo esto a partir de los hechos sucedidos estos días, y aunque me molestan un poco algunos simbolos demasiado kitsch y demasiado buscados de esa reescritura en loop del peronismo que es el kirchnerismo, no puedo dejar de sonreir cuando siento que hay esperanza y que no hay que tener miedo y que la argentina tiene que mejorar de la mano de nuevos lideres que surgirán a partir de que hay un nuevamente una creencia evidente en el poder transformador de la política. No perdamos esta oportunidad.



domingo, 24 de octubre de 2010

Trazarme una línea

¿Cómo puedo pretender yo, insignificante laucha de una ratonera de undécima categoría, cómo puedo pretender ser coherente conmigo mismo, obedecer a mi propia historia, seguir la línea que yo mismo me he trazado? Y eso, en el caso de que me haya trazado alguna línea, cosa de la que aún no estoy seguro. Porque decir, por ejemplo, no voy a meterme en negocios sucios, o no voy a robar, o no voy a matar, o no voy a comer carne, eso no significa trazarse una línea, sino simplemente evitar una conducta. Una monja, por ejemplo, o un gángster, ésa es la gente que se traza una línea, gente que elige un destino. DIOS es la ametralladora de la monja. La AMETRALLADORA es el Dios del Gángster. Pero no debe haber muchos casos más. Al periodista, por ejemplo, lo vapulean las noticias, lo vapulea el director, lo vapulean los intereses ajenos. ¿Cómo va a tener tiempo para trazarse una línea? Al empleado público, por ejemplo, lo adormece la quiniela; para trazarse una línea tendría que estar despierto, grave inconveniente. Al obrero, por ejemplo, la inseguridad económica lo mantiene tieso, las huelgas lo hacen vociferar, los patrones le dan asco; para trazarse una línea tendría que mantenerse lúcido y sereno, un imposible. Al capitalista, por ejemplo, lo hipnotizan las cifras, la fluctuación de la moneda le trae úlceras, lo aterroriza la marea social; para trazarse una línea tendría que no prenderse a su plata con uñas y dientes, otro imposible. A mi, por ejemplo, me apaga, me entorpece la falta de plenitud en el amor, me tortura esta inevitable dependencia del Viejo, me pesca la fiebre uterina de Mrs Ramsom y me hace funcionar como un robot; para trazarme una línea tendría que poseer cierto impulso heroico, del que carezco.


Mario Benedetti, Gracias por el Fuego. Pág. 118.

viernes, 15 de octubre de 2010

rolando aloz

La Vieja Olivetti

Escribe, escribe, escribe, que algo quedara.