Como todas las noches del año, Martín finalizaba su cena, enjuagaba los platos y sacaba a pasear a su perro salchicha. El ritual consistía en darle una vuelta a la manzana para que el pichicho hiciera sus necesidades básicas, mientras Martín inhalaba los restos de su atado de Imparciales. A medida que pasaban los días, el canino se volvía más y más sedentario, por lo que una mera vuelta a la manzana podía tomar de cuarenta y cinco minutos a una hora treinta de reloj. Las salidas nocturnas de Martín comenzaron a incluir paradas en kioscos para reabastecerse de cigarros, además de algunos descansos momentáneos en los bancos de la placita.
Salchicha se volvía cada vez más lento y ensimismado, al punto que ya ni ganas de ladrar tenía y por momentos se asemejaba a un mueble decorativo.
El 29 de Abril del 1989 salchicha dio la última vuelta por el barrio. La autopsia determinó cáncer de pulmón producto del consumo excesivo de nicotina. Salchicha, ya solitario, fue enviado a un campo de Zárate donde pasa su vejez a la sombra plácida de un ombú.
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